Después de que el líder laborista, Jeremy Corbyn, diera por finalizadas las conversaciones con el Partido Conservador por la falta de consenso, la Primera Ministra británica, en una posición más débil que nunca, avanzó su intención de organizar una nueva votación en junio sobre la ley por la que se implementaría el Acuerdo de Retirada alcanzado en noviembre de 2018 con la UE, pretendiendo sortear así la prohibición del presidente del Parlamento británico de someter a votación el mismo texto que ya fue rechazado tres veces. En esta ocasión, como novedad, May informó de que si Westminster aprobaba dicha ley, propondría a su vez en el trámite de enmiendas la opción de que el texto definitivo sea sometido a un referéndum confirmatorio.  Además, en relación con el problema prácticamente irresoluble de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, reconoció que “Gran Bretaña permanecería alineada” con ésta última. Un reconocimiento que, como el resto de los compromisos e intenciones, llega muy tarde. Tan tarde que los mismos no solo provocaron el rechazo inmediato de la oposición laborista, sino que derivaron en una nueva deserción en su Gabinete de May y la creciente presión desde el Partido Conservador para su dimisión. Con este contexto, y bajo la previsión de un muy mal resultado de su partido en las elecciones al Parlamento Europeo de 23 de mayo, Theresa May anunció el 24 de mayo su dimisión como líder del Partido Conservador y como Primera Ministra británica. Una dimisión que se hará efectiva el próximo 7 de junio, para dar tiempo a su partido a poner en marcha el proceso de sucesión, y cuyas previsiones parecen apostar por el controvertido ex Ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson. En la UE, tanto el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, como el Jefe Negociador para el Brexit, Michel Barnier, expresaron su respeto por May, a la que catalogaron de “persona valiente y con determinación” por lograr una salida ordenada de la UE; y subrayaron que la posición de la UE sobre el citado Acuerdo de retirada no cambia. Por su parte, la Confederación británica homóloga de CEOE, la CBI, también manifestó su respeto por el esfuerzo llevado a cabo por May e instó a todos los grupos políticos a poner los intereses y prosperidad de la nación por delante de los intereses partidistas; siendo el momento del compromiso y el consenso en el Parlamento británico. En definitiva, el caos sigue dominando la política británica y la incertidumbre sobre su evolución a corto plazo sigue siendo muy alta. Una incertidumbre con un efecto acumulativo pernicioso conforme más se alargue en el tiempo. Por su parte, la Unión Europea sigue en un compás de espera mientras afirma estar preparada para cualquier escenario.

 

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